La portadilla interior. Foto GGEM |
Historia y verdad del polaco Adam Schaff (1913-2006) es una disertación sobre la “objetividad de la verdad histórica”. Este, que es el tema de fondo de su ensayo publicado en 1971, cuando era profesor de epistemología en la Universidad de Varsovia, es expuesto en el sexto y último capítulo, después de hacer un repaso de los presupuestos metodológicos y del condicionamiento social del conocimiento histórico.
Para plantear su tesis toma como punto de partida el concepto de “hecho histórico”, porque, afirma, “se acepta generalmente que las divergencias entre los historiadores surgen en el preciso momento en que éstos pasan a interpretar los hechos, aún cuando su sistema de ideas es más o menos parecido”. Hacia 1971, cuando Schaff publicó Historia y verdad, no eran ninguna novedad incursionar en este campo de reflexión de la filosofía y la metodología de la historia. Existía ya una disquisición de Carl Lotus Becker (1873-1945), conocido por sus aportaciones sobre el periodo colonial y la independencia de los Estados Unidos, quien publicó en The Western Political Quarterly (VII, September 3, 1955) un ensayo titulado “What are historical facts?”, con el cual se colocó en el ambiente académico estadounidense en la primera línea de juicio a los presupuestos teóricos positivistas. Otro convocado por Schaff es el jurista francés Henri Levy Bruhl (1884-1954), autor de “Qu'est-ce le fait historique?” (Revue de Synthese Philosophique, t. XLII, decembre, Paris, 1926). Una más es la polaca Wanda Moszczenska (1896-1974), medievalista y metodóloga de la historia, también de la Universidad de Varsovia.
Schaff se rebela en principio contra la idea positivista de que el historiador reduce su tarea a la exposición exclusiva de los hechos “puros”, sin interpretación ni comentarios, suponiendo que el hecho histórico existe en sí mismo y que tanto este como el acto de presentación escapan a un factor subjetivo en el proceso de conocimiento social. “[...] es imposible afirmar que el hecho histórico es un pequeño cubo que siempre conserva la misma forma, idéntica para todo el mundo, y que con gran cantidad de estos cubos se pueden construir diversis mosaicos [...]”. Schaff se propone mostrar teóricamente que existe un factor subjetivo en el conocimiento histórico, que contiene al mismo tiempo una verdad objetiva.
Schaff, aunque adscrito a una universidad del otrora bloque soviético, tuvo una formación académica en París y se mantuvo en contacto con la producción intelectual de Europa y Estados Unidos.
Con el fin de explorar el concepto de hecho histórico propone cinco aproximaciones distintas. Comienza por la semántica. En este punto remite a Becker y explica que en el debate general el uso de la expresión “hechos históricos” causa la impresión de algo sólido y sustancial. Un ejemplo de hecho histórico concreto es el paso de César por el Rubicón en el año 49. Pero lo cierto es que el término es “equívoco” y requiere de un análisis mayor. Así como refiere a un acontecimiento, también alude a un proceso que manifiesta regularidades. “Los elementos y los aspectos más diversos de la historia, en el sentido de res gestae (cosa gestada), pueden pues constituir hechos históricos: los acontecimientos fugaces, los procesos prolongados en el tiempo, los procesos cíclicos, así como los productos materiales y espirituales de dichos acontecimientos y procesos [...]” (1) Se puede establcer una diferenciación entre el hecho histórico, puesto que se ha producido realmente, y el acontecimiento que debido a su importancia para el proceso histórico se ha convertido o puede convertirse en objeto de la ciencia de la historia. El caso señalado de César, además de ser un acontecimiento en sí mismo, se puede observar y estudiar en relación con el principio del fin del Imperio Romano.
Ese ultimo señalamiento conduce a Schaff a la segunda característica del concepto hecho histórico: la conexión con sistemas de referencia, en contextos dados, y en su carácter relativo, respecto a otros acontecimientos. “El historiador que busca, por ejemplo, las fuentes de la historia política de un país, permanecerá indiferente a los testimonios de la cultura y del arte si estos no están directamente relacionados con la vida política; esos testimonios carecen para él de significado histórico, pero se convertirán en hechos relevantes [...] para aquel que los sitúe en el contexto de la historia cultural [para aquel que los relacione con cierto sistema de referencia”. (2) En este sistema de referencia operan la valoración y la selección, y se presupone la existencia de un sujeto que realiza estas operaciones.
Al llegar a este punto, Schaff hace una disgregación para tratar el concepto de hecho histórico en su relación con la opinión pública como sistema, citando a Henry-Levy Bruhl, que sostiene que solamente el hecho que ha producido efectos en el pasado es histórico; que un hecho histórico es necesariamente un hecho social que ha producido efectos sobre la opinión pública y por medio de ella; por lo tanto, dice, la opinión pública constituye al hecho histórico, “la opinión [colectiva] establecida es la que la da su carácter histórico”. Schaff dice coincidir con Bruhl en torno a la significación social del hecho histórico, pero se desmarca de su percepción idealista, “en el sentido durkheimiano” (de Emile Durkheim), cuando Bruhl apunta que los hechos sociales necesariamente son hechos que pasan por la conciencia colectiva, por la opinión pública. (3)
Un tercer aspecto abordado por Schaff tiene que ver con la estructura del hecho histórico. Todo hecho histórico, apunta, puede ser visto como una realidad simple o compleja, paticular o general, parcial o total. El hecho histórico es un símbolo, una generalización de muchos otros hechos, una abstracción que nos remite de manera simple a una realidad compleja. No es el hecho el que es simple. Son los historiadores los que están interesados en simplificarlo para facilitar la descripción. El hecho tampoco es parcial, son los historiadores los que exponen solo un aspecto. (4)
El cuarto punto que Schaff somete a discusión el estatuto ontológico del hecho histórico, y lanza la pregunta: “¿el 'hecho histórico' designa un 'acontecimiento de la historia', o sea un eslabón de la cadena de la res gestae o equivale a un 'enunciado sobre la historia', o sea un elemento de historia rerum gestarum, [cosas gestadas en el relato de la historia] o existe aún una tercera posibilidad?” A esta interrogante responde: “Teóricamente la expresión 'hecho histórico' puede significar tanto lo uno como lo otro. Evidentemente los adeptos del idealismo considerarán que siempre se trata de un problema espiritual [el enunciado, la representación, el símbolo], mientras que los propugnadores del materialismo destacarán el carácter objetivo del hecho histórico [como elemento del res gestae]”. (5) En ese mismo curso de debate ontológico y materialista observa que Wanda Moszczenska distingue entre el hecho devenido y el hecho histórico. El primero es el producto real, elemento de la realidad objetiva. El segundo es el objeto de estudio, una abstracción de aquella misma realidad histórica para fines historiográficos. Uno y otro pueden ser equivalentes, puesto que cada hecho histórico es un hecho devenido, no obstante que no todo hecho devenido se eleva a hecho histórico.
Al tratar el quinto problema relativo a la explicación de qué es el hecho histórico, Schaff incursiona en una construcción científica del hecho histórico. Parte de una perspectiva gnoseológica, desde la posición del historiador que apunta a un objeto de estudio y selecciona elementos para formular el conocimiento. Destaca la importancia del lenguaje en la revelación del proceso reconstructivo del pasado. Cita nuevamente al estadounidense Becker señalando que el historiador no aporta nada al conocimiento “excepto la placa sensible de su espíritu sobre la cual los hechos objetivos registrarán su propia significación”, es decir un sistema de referencia montado en un aparato teórico. Dicho sea de paso, es en este punto donde Becker se aleja de la escuela positivista porque el trabajo del historiador implica necesariamente una selección de elementos que componen la realidad del hecho histórico, es decir, la intervención de un sujeto que observa un objeto de estudio. (6) “¿Qué conduce al historiador a seleccionar a unos enunciados en detrimento de otros, de entre todos los posibles?”, pregunta Becker, citado por Schaff. “El fin que se propone le guía, determinando de este modo la significación precisa que deduce del acontecimiento. El acontecimiento por sí solo, los hechos por sí mismos, no dicen nada ni imponen significación alguna. El historiador es quien habla y le da una significación”. (7) Esta significación está conectada al sistema de referencias, articulando el conocimiento histórico, a través de su heurística, su método y su historiografía.
Ontológicamente, el acontecimiento histórico es lo devenido objetivo. Gnoseológicamente, para conocer el hecho en sí mismo y su contexto, el historiador actúa como intermediario que acude a un sistema de referencias a través del cual se confiere al acontecimiento una significación, constituyéndolo como hecho científico. (8)
Debemos distiguir cuidadosamente el “hecho” como acontecimiento histórico objetivo, por una parte, y el “hecho” como su representación mental, en el conocimiento, por otra. El hecho histórico obetivo posee un estatuto ontológico determinado [...] Pero también posee un estatuto gnoseológico y, en este sentido, no nos interesa como “cosa en sí”, sino como “cosa para nosotros”. Siempre desde este punto de vista nos referimos a los hechos brutos y a los hechos teóricamente interpretados, elaborados.
Schaff concluye:
No existen pues, “hechos brutos”: no pueden existir por definición. Los hecos con que topa la ciencia y de modo más general el conocimiento, siempre llevan el sello del sujeto. Empezando por lo que consideramos como un hecho, pasando por la constitucuón de éste sobre la base de la selección de sus componentes y por la definición de sus límites temporales, espaciales y sustanciales, y finalizando por su inetrpretación y su inserción en un conjunto más amplio, en todas esas “fases” hay una intervención del sujeto, de sus diversas determinaciones y sobre todo de la teoría en función de la cual el sujeto opera.
La teoría toma posesión de la escena. Schaff remite en esta temática al inglés Edward H. Carr (What is history?, Londres, 1952), al franceses Lucien Febvre (Combats pour l'Histoire, París, 1953) y H. J. Marrou (De la connaisance historique, París, 1959) y a su compatriota Witold Kula (Consideraciones sobre la historia, Varsovia, 1958), con el fin de argumentar la relevancia de la teoría en la reconfiguración del hecho histórico en la historiografía.
La selección de materiales para describir el hecho, las correlaciones, las interacciones, la atribución de una estructura interna, exigen el respaldo de una teoría que sirva de fundamento para la comprensión y que precede a la investigación de los hechos. La captación y la formulación de los hechos son el resultado de la acción de la teoría. Las ciencias, todas, fabrican su objeto. Y en el caso de la ciencia de la historia, el proceso de elaboración se desencadena no por la sola existencia de los documentos, sino por la elección, delimitación y concepción del tema, la cuestión planteada. El hecho histórico es una construcción científica. Y cada acto de construcción y de selección de los hechos se funda en determinado conocimiento de la sociedad, en la representación de la sociedad y de su funcionamiento. Tan relevante es la base teórica en la construcción de los hechos históricos, que eso explica la variedad de intepretaciones del pasado.
Hasta aquí, Schaff ha disernido sobre cinco aspectos del hecho histórico con el propósito de comprender el significado de este concepto y avanzar hacia la explicación de la objetividad de la verdad histórica: la definición semántica de hecho histórico, la diferenciación estructural de hecho simple y complejo, el estatuto ontológico del hecho histórico como res gestae o historia rerum gestarum, y el estatuto gnoseológico, que implica la reconstrucción científica del pasado.
Concluida la disertación de base, Schaff se explaya en el estatuto gnoseológico, en cómo el sujeto se aproxima al conocimiento del hecho histórico y se encamina a las primeras conclusiones.
La selección de los hechos históricos se basa en una teoría o una hipótesis que es el sistema de referencia, determinando al mismo tiempo la orientación de la selección de los materiales históricos que constituyen el hecho dado. La hipótesis sirve para dar orden al caos existente en la multiplicadidad de acontecimientos. Por eso es que el hecho histórico es aquel del que habla la ciencia histórica (no es como los pescados en el mostrador, como diría Febvre, sino una construcción). La importancia y la significación a un acontecimiento es producto de una calificación valorativam que otorga un sujeto. Esta valoración implica la existencia de una relación cognoscitiva que parte de un acto subjetivo inmerso en el proceso de conocimiento. Schaff cita un pasaje ¿Que es la historia? de Carr en el que afirma que “en general puede decirse que el historiador encontrará la clase de hechos que busca. Historia significa interpretar”. También toma frases textuales de Febvre, quien sostuvo que “la historia es una elección. Arbitraria, no. Preconcebida, sí [...] sin teoría previa, sin teoría preconcebida, no hay trabajo científico posible [...]” Schaff apunta entonces que la selección de los hechos históricos está en función del contexto histórico del historiador y de la teoría que aplica. Es por esoque la teoría precede a los hechos. “La interpretación es, pues, lo que eleva los hechos ordinarios al rango de los hechos históricos -concluye- o derriba a estos de su pedestal.”
2) Op cit, p. 252.
3) Op cit, p. 254.
4) Op cit, p. 255-259.
5) Op cit, p. 260.
6) Op cit, p. 271-272.
7) Op cit, p. 272.
8) Op cit, p. 273.
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