domingo, 13 de agosto de 2023

Aztalán, Wisconsin: mito, no leyenda mítica

El montículo principal en Aztalán, estado de
Wisconsin, perteneciente a la cultura 
misisipiana. Foto: James Steakley (Wikipedia)

Aztalán, Wisconsin. Arqueólogos estadounidenses sustentaron y escribieron durante años que un grupo de montículos cuadrangulares situados al oeste de los Grandes Lagos, en el estado de Wisconsin, eran los vestigios de la ciudad mítica de los aztecas, Aztlán. Aunque en 1855 comenzó a formarse una corriente controversial, el mito de que Aztalan era Aztlán fue aceptado como historia y sabiduría convencional del siglo XIX.

Los arqueólogos no ha descubierto todavía de dónde partieron los aztecas para fundar Tenochtitlan a principios del siglo XIV, pero la creencia de que Aztlán se ubique en algún punto de los que actualmente son los Estados Unidos se extendió hasta nuestros días y se dispersó popularmente, si que las rectificaciones arqueológicas del siglo XX trasciendan del todo el ámbito de la investigación científica.

El surgimiento del mito

Todo comenzó en 1837, cuando a N. E. Hyer le pareció que este lugar debió llamarse Aztalán, porque las plataformas semidestruidas que vio entre hierba, bosques de clima frío, lagos y ríos, correspondían a la descripción que acerca de Aztlán hizo el explorador alemán Alexander von Humboldt (1769-1859), dada a conocer a principios del siglo XIX, en las metrópolis europeas.

Hyer era un juez civil de aquellos tiempos en que Estados Unidos hacía la guerra a los indios Sauk y a su líder, Black Hawk o Halcón Negro, en la “frontera” del noroeste. Hasta aquí se situaban entonces las fortificaciones militares y las migraciones de vanguardia en dirección a la costa del Pacífico.

En la descripción de sus viajes por el “Nuevo Continente”, Humboldt publicó que los aztecas utilizaban dos palabras para referirse a su lugar de origen, “atl”, agua, y “an”, cerca de. Según la leyenda, Aztlán se encontraba al norte; en opinión de Humboldt, el sitio podría estar al norte del paralelo 42, más allá del río Gila (en la confluencia territorial de Baja California, Sonora, California y Arizona).

Las consideraciones de Hyer fueron publicadas hace 152 años en el ya desaparecido periódico neoyorquino Greenwich Eagle, y reproducidas en el único rotativo de Wisconsin por esa época, el Milwaukee Advertiser. El sitio lo vieron los colonizadores estadounidenses por vez primera en el otoño de 1836.

En el sur de Wisconsin, unos 70 kilómetros al oeste del lago Michigan, entre plantaciones de maíz, fincas agroindustriales y pueblos dispersos de 300, 500 ó mil habitantes, se encuentran los restos de aquel pueblo de recolectores, pescadores, cazadores y navegantes fluviales, que abandonaron el lugar en el siglo XI, sin que los arqueólogos sepan aún las causas precisas y el camino histórico que siguieron los descendientes de esa localidad.

El montículo principal tiene una altura aproximada de 10 metros, la base es cuadrangular y la cima es totalmente plana. En el costado este tiene una escalera con peldaños de madera. Los arqueólogos de la Universidad de Wisconsin que han hecho excavaciones en el sitio creen que esta plataforma servía para ceremonias religiosas y militares.

El conjunto abarca otras seis plataformas semidestruidas. Entre éstas sobresale un grupo con cuatro montículos de aproximadamente tres metros de altura, que de acuerdo con los arqueólogos pudo servir de punto de observación de la llanura, dado que efectivamente es posible mirar abiertamente hacia el horizonte, en cualquier dirección cardinal.

Se desconoce el nombre que los nativos daban a Aztalán, que fue habitada durante tres centurias, pero sí se sabe que el pueblo formó parte de la cultura misisipiana, expandida sobre las llanuras y serranías de baja altitud, en lo que hoy es el centro y el este de los Estados Unidos, desde Wisconsin e Illinois hasta Georgia y Florida. Esto ocurrió entre los siglos IX y XV.

Epónimo

El vocablo Aztlán ha permanecido en el tiempo como una alusión y un antecedente de lo mexicano en Estados Unidos, un epónimo que le da nombre con profundidad histórica.

Un centro cultural chicano ubicado en pleno corazón de uno de los barrios mexicanos de Chicago, el de la Calle 18, al sur, se denomina “Casa Aztlán”.

En los agitados años sesenta, el movimiento chicano de todo el país se congregó en Denver por vez primera en la historia, y al final de su reunión emitieron una declaración política a la que titularon “El Plan de Aztlán”.

La Universidad de Notre Dame, en Indiana, envió a la imprenta un libro titulado Beyond Aztlán (Más allá de Aztlán); se trata de un análisis comparativo acerca de los alcances socio-económicos de los mexicano-americanos.

También la Universidad de California imprimió una investigación social respecto de la migración de mexicanos provenientes del occidente de México hacia los Estados Unidos, con el título de Return to Aztlán, realizada por cuatro investigadores de los dos países. “Con el nombre tratamos de reflejar la idea de que los mexicanos no son ajenos a los Estados Unidos”, afirmó Douglas Massey, integrante del grupo de investigadores referido.

Lecciones de historia

En 1836 comenzó el asentamiento aquí en Aztalán, Wisconsin, de una comunidad de agricultores, que llegó a tener tres mil habitantes, tres fábricas y una estación de tren muy activa, cuya ruta corría de este a oeste. Una de las dos carreteras vecinales que actualmente conducen a Aztalán pasa por el costado oeste del poblado misisipiano; de hecho, el camino fractura uno de los montículos.

La cantidad de lagos y ríos que circundan
Aztalan llevó arqueólogos del siglo XIX
 a suponer que este lugar era Aztlán, el
mítico sitio originario de los de los aztecas.
Mapa: Wikipedia

Las plataformas han sido parcialmente rehabilitadas para hacer más precisas sus formas cuadrangulares. Formando un semicírculo alrededor de la plataforma central fue construida una estacada con troncos de adobe, para reponer la que supuestamente estuvo ahí.

La historia de Aztalán y la confusión con Aztlán revela un problema al que con no poca frecuencia se enfrentan los antropólogos y los historiadores: la relativa confiabilidad de las fuentes documentales.

“No todo lo que se publica en relación a las civilizaciones antiguas es siempre exacto. El caso Aztlán es como el del Jardín del Edén: los arqueólogos nunca lo encontrarán, porque Aztlán no es un lugar, sino posiblemente una región”, afirma Elizabeth Bensehley, de la Universidad de Wisconsin.

No fue sino hasta 1933 cuando S. A. Barrett, arqueólogo de la Universidad de Wisconsin, reescribió la historia y explicó el error de Hyer; asimismo alentó la reorientación de las investigaciones sobre Aztalán.

“Es claro que Aztalán fue parte de la cultura misisipiana”, dijo Lynn Goldstein, arqueóloga de la Universidad de Wisconsin, que en 1984 participó en una de las más extensas excavaciones en el sitio indicado. Y concluyó: “La única relación que pudo haber existido entre Aztalán y Mesoamérica fue la influencia indirecta, solo indirecta, de las culturas mesoamericanas en los pueblos del norte”.

Texto: Guillermo G. Espinosa

Publicado originalmente el 18 de febrero de 1993 en el diario Excélsior de la Ciudad de México.


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