La historiadora Alejandra Moreno Toscano dice que el siglo XVII fue el lapso en el cual se definen las principales estructuras de la Nueva España, particularmente la hacienda, que se consolida como su principal unidad de producción, básicamente para fines de consumo interno.
Restos de una bodega en la hacienda de Tepetongo, en el estado de Zacatecas. En el fondo, la torre de la capilla. Foto: GGEdelosM |
Relata ahí, Moreno Toscano, que los agricultores ricos del virreinato se percataron de la necesidad de crear un centro de producción agrícola que les permitiera sacar provecho de las condiciones adversas de la geografía y el mercado. La mayor parte del territorio carecía de tierras irrigadas naturalmente por ríos o lagos, lo que hacía difícil la labranza. Al mismo tiempo, la existencia de dos tipos de comunidades, una española y otra indígena, limitaba las posibilidades de venta de la producción de la hacienda, puesto que los indígenas en el siglo XVI y XVII practicaron el autoconsumo.
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Vista parcial de una parcela rural en torno al templo católico de Noria de Ángeles, una ex-hacienda convertida en una municipalidad del estado de Zacatecas. Foto: GGEdelosM |
El sistema de haciendas requirió de tiempo, un largo “proceso de formación y adaptaciones sucesivas a las condiciones de la economía colonial”, porque existía un mercado reducido para los cereales que producían las haciendas, limitado a los españoles, los mestizos de las ciudades, los trabajadores de las minas y las bestias de carga y tiro. Los indígenas no se incorporaban a ese mercado porque consumían el maíz que producían para sí mismos. Así fueron armadas las bases económicas de la Nueva España.
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