La toma de
Zacatecas es uno de los episodios más significativos de la Revolución Mexicana.
A las 10 en punto de
la mañana del 23 de junio de 1914, 38 cañones de la División del Norte abrieron
fuego a un mismo tiempo.
El propio general
Francisco Villa dio testimonio de cómo se cimbró el suelo en ese momento.
Los primeros disparos
fueron contra las defensas emplazadas por el general del ejército gubernamental
en puntos como el cerro de la Bufa, el cerro del Grillo y el cerro Sierpes.
El testimonio de Villa
se encuentra en un largo texto redactado por Martín Luis Guzmán, un relato que
respeta el estilo narrativo oral del Centauro del Norte.
Hay muchos
historiadores de la Revolución Mexicana -nacionales y extranjeros- que se han
referido a este episodio con sumo detalle.
Pero las Memorias de
Pancho Villa son una fuente primaria de los hechos, no sólo por tratarse de un
protagonista, sino también por su precisión descriptiva, por sus referencias
geográficas y por su contenido analítico, tanto de la política como de la
estrategia militar.
Para Villa, este hecho
representó un enfrentamiento con el Primer Jefe de la Revolución, el general
Venustiano Carranza.
Villa tuvo la sospecha
de que Carranza no quería que el duranguense llegara a la ciudad de México como
parte de las fuerzas que se impondrían al usurpador de la presidencia,
Victoriano Huerta.
Pero según su
testimonio, él estuvo siempre dispuesto a acatar las órdenes de Carranza, a
pesar de que le advirtió que la toma de Zacatecas sólo habría de ser posible
con la concentración de toda la División del Norte, con miles de hombres y una
artillería de decenas de cañones.
Carranza envió al
general Pánfilo Natera y a los hermanos Arrieta a tomar Zacatecas con un
contingente de apenas cinco mil hombres, insuficientemente armados.
Efectivamente,
Carranza trató de sacar a Villa de la jugada y quería dar tiempo para que
Obregón se plantara en el centro del país -en el Bajío- y contuviera el avance
de la División del Norte.
El Primer Jefe se vio
obligado a aceptar la intervención de Villa, después de que los generales que
integraban la planta directiva de la División del Norte se negaron a acatar una
orden de destitución del duranguense y su traslado a la gubernatura de Chihuahua.
Para el 21 de junio,
Villa había amasado no menos de 22 mil hombres en torno a la ciudad de
Zacatecas. El general llegó el 22 de junio a hacer la última supervisión del
emplazamiento, antes de comenzar la refriega.
Desde los primeros
minutos fue evidente la superioridad de la División del Norte.
Según el recuento de
Villa, hacia las 13:30 de la tarde hubo una tregua no declarada, que duró lo
suficiente para que los oficiales revolucionarios se sentaran a comer.
Cuando el ejército
gubernamental reanudó las hostilidades, fue mayor la agresividad de las tropas
a cargo del general Luis Medina Barrón, que recibió con 12 mil hombres y 12
cañones la andanada de los revolucionarios.
La batalla terminó
hacia el atardecer. A las 17:30, según el recuento de Villa, ya era claro que
las defensas gubernamentales reconocían su derrota.
Un número
indeterminado de militares y civiles, murieron en la batalla. La cifra es de
miles. Como una muestra del resultado de la violencia, Villa dice en sus
memorias que había cadáveres a todo lo largo de los siete kilómetros de camino
entre Zacatecas y Guadalupe.
Los edificios
gubernamentales de la capital quedaron semidestruidos o incendiados por el
ejército leal a Huerta. El caso emblemático fue el edificio que albergaba las
oficinas federales, un inmueble de fachada neoclásica en el centro de la
ciudad, a unos pasos al sur del Teatro Fernando Calderón.
La huida de las tropas
federales no pudo ser más sangrienta. Los revolucionarios, que habían sitiado
la ciudad desde el 10 de junio, cerraron todos los caminos posibles de fuga y
mataron o hicieron prisioneros a miles de soldados.
El emplazamiento de
tropas fue un diseño de Felipe Ángeles. La tarde anterior a la batalla, Villa
supervisó el escenario desde un punto alto, guiado por Ángeles, su
lugarteniente, estratega y artillero.
Transcurridos 25
minutos desde que se cimbró la tierra y se escuchó el opaco sonido de la
artillería de la División del Norte en Zacatecas, los revolucionarios lograron
sus primeros avances sobre la primera línea de las defensas periféricas del
ejército gubernamental.
Con esta victoria, Villa
fue ascendido a general de brigada, pero lo más importante fue que la toma de
Zacatecas -desde donde había una línea directa de ferrocarril hasta la ciudad
de México- significó el triunfo definitivo de los revolucionarios sobre Huerta,
que un mes después, en julio de 1914, dejaría el poder.
"Pienso ahora, en
mi recuerdo -dice Villa en sus memorias-, que el retumbar de tantos cañones se
propagaba como si se hundieran todos aquellos cerros o se desmoronaran. Porque
al fuego nuestro contestaban desde la Bufa y el Grillo las piezas enemigas,
aunque sin logro para su ánimo de parar nuestro avance, pues se desbarataba la
infantería de ellos, bajo los fuegos de nuestros cañones".
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