De la Campa y Cos, conde de San Mateo, se fue a vivir a una cueva en las montañas próximas a la Sierra Madre Occidental, herido de amor por la pérdida de una mujer a la que le había entregado la casa grande San Miguel, que hoy está en ruinas en el municipio zacatecano de Valparaíso.
El conde fue dueño en el siglo XVII de miles de hectáreas sobre una vasta extensión territorial en lo que hoy son los estados de Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Jalisco; la leyenda dice que en sus viajes de Zacatecas a la Ciudad de México, don Fernando no salía de sus propiedades hasta llegar a su residencia en la capital novohispana, un edificio de fachada barroca y recubrimiento de tezontle rojo, conocido hoy como el Palacio de Iturbide.
La hacienda de San Mateo fue la sede de este emporio. Se localiza a unos 150 kilómetros al noroeste de la ciudad de Zacatecas, rodeada de lomeríos semiáridos donde se alimentaba el ganado, en la vertiente baja oriental de la Sierra Madre Occidental.
El escudo de armas del conde Valparaíso, don Fernando de la Campa y Cos. |
Los techos de la casa grande se han desmoronado y la propiedad está en litigio, pero el simbolismo de esta hacienda es enorme porque es un caso ejemplar del nivel de concentración de la propiedad que alcanzaron las haciendas y de su propia catástrofe posterior.
Las haciendas fueron el eje de la vida económica y cultural de la Nueva España y el antecedente más remoto de muchos pueblos y municipios de todo el país.
Son el núcleo de la actividad agropecuaria y de la industria. En estos sitios se hizo sistemático el cultivo del maíz y el trigo, la caña de azúcar, el maguey, el agave y el tabaco. En sus terrenos se desarrolló la ganadería, el beneficio de metales, la producción de textiles, el pulque, el tequila, el mezcal.
Son también el punto de fusión de la gastronomía europea con la prehispánica, de las fiestas populares y de una parte de la educación. El metate y la estufa fueron puestas una al lado de la otra para crear el mole, las enchiladas y el pozole. En las haciendas nació la charrería, el mariachi, el tamborazo, las canciones rancheras, los corridos, las fiestas religiosas y las escuelas de párvulos.
Las haciendas son la cuna del mestizaje y de nuestro modo de ser. En ellas está el origen de un proceso civilizatorio de largo plazo, en los términos planteados por Norbet Elias desde la perspectiva de la sociología histórica francesa, que explica la forma en que los mexicanos constituimos nuestras comunidades.
La
historia de las haciendas
Las haciendas son el escenario de la historia económica y social de México desde el siglo XVI hasta el XXI con todos sus episodios trascendentales, desde la supresión de las encomiendas, la dotación de mercedes reales y la ostentación de la nobleza novohispana hasta el auge fulgurante de las
grandes concentraciones de tierra en el porfiriato. Luego vinieron la revolución, la guerra cristera, la reforma agraria, la repartición de los cascos de las haciendas entre los peones y la decadencia.
Las haciendas son el escenario de la historia económica y social de México desde el siglo XVI hasta el XXI con todos sus episodios trascendentales, desde la supresión de las encomiendas, la dotación de mercedes reales y la ostentación de la nobleza novohispana hasta el auge fulgurante de las
grandes concentraciones de tierra en el porfiriato. Luego vinieron la revolución, la guerra cristera, la reforma agraria, la repartición de los cascos de las haciendas entre los peones y la decadencia.
La
historia de las haciendas es un tema de claroscuros, polémico, pero,
contradictoriamente, atractivo para la industria turística y
sabiamente aprovechado en algunos estados de la república mexicana,
donde algunas reedificaciones sirven ahora de hoteles exclusivos.
La
educación pública tiene el tema medio soterrado, aunque más
visible que en el pasado. Pero el eje de su narrativa sigue
victimizando a los campesinos, en vez de recuperar esa formación
económica como antecedente de mucho de lo que hizo a México, por su
economía o su cultura.
El
libro oficial de texto del cuarto grado le dedica un par de páginas
a la historia de las haciendas. No es la dimensión de la ficha lo
que importa, sino su contenido.
Por
mucho tiempo la hacienda ha sido vista como núcleo de explotación,
basado en un modelo quasi medieval, que dio causas a los
revolucionarios de principios del siglo XX. "Hay una leyenda
negra de las haciendas", dice el cronista del municipio de
Guadalupe, Zacatecas, Bernardo Hoyo. Los hacendados eran miembros de
la nobleza novohispana o gente del comercio que se abrió paso con
riquezas y se hizo de propiedades y títulos nobiliarios.
Los
nobles que recibíeron mercedes de tierra sobre las cuales fincaron
sus haciendas y estancias de ganado no solo eran acreedores de un
linaje y una distinción real, sino que además debían enfrentar la
competencia y la eficiencia económica, porque estaban en juego sus
propiedades. En otras palabras, la apropiación pudo haber estado
auspiciada por la sanción monárquica, pero las operaciones y el
funcionamiento del enclave económico quedaba en manos del
propietario. Había una herencia feudal en la forma de la posesión
de la tiera -aunque siempre hay que considerar que los títulos
nobiliarios se podían comprar- y una realidad mercantilista, muy
racional e independiente del Estado español y su estructura
virreinal en la Nueva España.
El
cambio de manos sobre la propiedad en la hacienda de Trancoso entre
el siglo XVI y el XIX es una clara muestra de que la propiedad de la
tierra no era inamovible y que la prosperidad no venía aliada con el
halo nobiliario. Trancoso no configuró un espacio arquitectónico y
un sistema económico hasta que la propiedad fue tomada por los
García Salinas.
La
producción agrícola y agropecuaria necesitaban grandes extensiones
de tierra para incrementar el volumen de mercancías, ser más
eficientes y reducir sus costos. Por eso las haciendas y las
estancias de ganado se extendieron territorialmente. Es posible que
haya habido veleidades de por medio, pero era una razón de
supervivencia económica en un entorno que siguió leyes del mercado.
Este mismo fenómeno se repitió en Sudamérica, donde se tiene el
caso de las estancias de ganado en la provincia oriental, lo que es
hoy el Estado uruguayo, que se expandieron continuamente hacia el
norte, desde Montevideo.
Las
haciendas, como sistema de producción, reemplazaron a las
encomiendas, el primer método de expoliación económica, que fue
establecido inmediatamente después de la ocupación militar española
en el siglo XVI. En la segunda mitad, después de la guerra del
Mixtón en 1542 y la fundación de Zacatecas en 1548, vino la
formación de núcleos de población colonial y la explotación
precapitalista de la tierra, a través de las haciendas. Más
de dos mil haciendas tejieron la estructura productiva de la Nueva
España y tan solo en Zacatecas hubo cerca de 200. Los cascos de
muchas de ellas sobreviven a duras penas, como en Malpaso y Pinos,
que fueron sitios espectaculares.