miércoles, 24 de abril de 2024

Los reyes de Judea en la catedral de París

Las esculturas de los reyes de Judea en la
capital de París.
Octubre de 2023. Foto GGEM


La hilera de esculturas dispuestas en la fachada de Notre Dame, la catedral de París, corresponden a los reyes de Judea. A lo lejos parecen todas iguales y por efecto sicológico de la repetición, uno tiende a ignorarlos un poco hasta que salta un dato que conecta a este antiguo templo medieval con la Revolución Francesa y su violenta reacción contra todo aquello que en el siglo XVIII tuviera algún tufillo monárquico y clerical. En 1793, cuatro años después de la insigne toma de la Bastilla, Francia se debatía en torno a los preceptos de su primera constitución republicana, y no acababa de definir el rumbo de las prácticas polít
icas. Había pensamientos y sentimientos en permanente choque entre los que se autocontemplaban como revolucionarios y los contrarrevolucionarios (lo cual, dicho sea de paso, ocurrió después en las revoluciones de México, Cuba y Nicaragua).

Esa suerte de nerviosismo social y político derivó en el llamado “reino del terror”, la terreur le llaman en francés. Los asesinatos por motivos políticos y las ejecuciones públicas fueron entonces acciones recurrentes que, en el más puro sentido maquiavélico, sirvieron de escarmiento ante la mirada de aquellos que habían dejado de ser súbditos del rey y se levantaban como ciudadanos, buscando cruelmente la vía del consenso. Había además intensos actos simbólicos materiales. Fue fundido el bronce de la estatua ecuestre de Luis XIII que estaba en la antigua plaza Real -en el actual barrio de Le Marais- y las cabezas de los bíblicos reyes de Judea rodaron en el atrio de la catedral parisina, en una ejecución de doble filo, tan antimonárquica como anticlerical. Al paso del tiempo, hubo alguien que reconstituyó la escultura de Luis XIII y otro más que tuvo la tenebrosa sensibilidad de conservar las estatuas decapitadas, actualmente en exposición en un museo parisino dedicado a la Edad Media, con cuyos resabios intentó acabar drásticamente la Revolución Francesa. Uno se puede parar frente a esa monumental iglesia del siglo XIII, ícono de la cristiandad, y dejar volar la imaginación sobre su pasado, aunque, en este caso, sería difícil superar la realidad.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

La pintura, lienzo de la historia


Mucho antes que la fotografía, la pintura sirvió de lienzo para la representación de grandes acontecimientos. Una obra significativa de esa mediación es La consagración del emperador Napoleón I y la coronación de la emperatriz Josefina en la catedral de Notre Dame el 2 de diciembre de 1804, obra de Jacques Louis David (1748-1825), uno de los pintores que construyeron la narrativa iconográfica de la gran Revolución Francesa del siglo XVIII.

Este cuadro de gran formato es famoso por haber captado el momento en que el mismo Bonaparte se ciñe la corona, dejando a la jerarquía eclesial católica como simples espectadores. David, un artista de fino pincel político y una suerte de olfato periodístico, reconstruyó el hecho tres años después, sin perder detalle de un momento en que el Estado fijaba pragmáticamente límites en su relación con la Iglesia. Colección de arte francés del siglo XIX, Musée du Louvre, París, 20 de octubre de 2023.


jueves, 24 de agosto de 2023

Las rarezas de la colección Benson


Austin. Las siguientes son piezas de historia en el exilio:

Cartas Geográficas del Valle de México de casi 500 años de edad; la primera edición de un libro de poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, del siglo XVII; una carta firmada por Hernando Cortés; un ejemplar de la primera edición de la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo; el borrador de las memorias de José Vasconcelos; el manuscrito de la novela El Zarco de Manuel Altamirano; el texto mecanografiado de Rayuela, con todo y correcciones en tinta azul de bolígrafo, hechas por el autor argentino Julio Cortázar.

Estos documentos son solo algunas de las rarezas que conforman la colección latinoamericana de la Universidad de Texas (UT), uno de los conjuntos documentales sobre México y América Latina más grandes fuera de la región.

La colección comenzó a formarse en la segunda década del siglo XX. Originalmente el propósito era el de documentar la historia de Texas, que para entonces se acercaba al primer centenario de su independencia respecto a México.

Con el tiempo, la dimensión cultural del acervo se extendió tanto como el interés por hacer de ese estado fronterizo con México y América Latina el punto de enlace entre las culturas anglosajona e hispánica.

Entre historiadores, la colección Benson es reconocida por incluir los acervos de Joaquín García Icazbalceta (Ciudad de México, 1825-1894) y de Genaro García (Fresnillo, Zacatecas, 1867-1920), que dedicaron su vida a reunir y comentar documentos históricos y literarios del periodo colonial y del proceso de independencia.

García Icazbalceta murió a los 69 años, 43 antes de que el historiador pudiera encontrarse con la ironía de de su vida y el cruce de la historia colectiva de dos países con su experiencia individual: la colección que reunió está hoy en un país contra el cual luchó militarmente.

Hijo de padres españoles expulsados de México, García Icazbalceta se alistó en 1847 en el Batallón Victoria del Ejército Mexicano para combatir la invasión estadaounidense de aquel año, que culminó con la ampliación del territorio texano sobre Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, desde la desembocadura del río Nueces hasta la del Bravo. A 550 kilómetros de lo que fue la frontera original de Texas independiente de México en 1836, se aloja hoy la colección en el campus de la Universidad de Texas, en la capital estatal, Austin.

El aroma a antigüedad que se impregna en las yemas de los dedos al agarrar una de las rarezas de la colección Benson es privilegio de pocos.

La mayoría de los visitantes debe conformarse con exposiciones temporales para poder observar, vitrina de por medio, los materiales impresos sobre papel excepcionalmente resistente, que no obstante cuenta puntualmente con temperaturas y grados de humedad especiales para su preservación.

“A diferencia de lo que sucede con el papel de hoy, elaborado con ácidos, el material antiguo no se torna amarillo ni se resquebraja fácilmente”, dijo una bibliotecaria de la sección de rarezas bibliográficas de la UT, mientras abría un ejemplar de Inundación Castálida, un libro de poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, cuya primera edición salió a la luz pública en el siglo XVII.

Uno de los conjuntos más apreciados de la colección es el que forman 34 relaciones geográficas impresas sobre papel elaborado a base de fibras de maguey. Estos mapas del siglo XVI ubican sitios específicos del Valle de México, como Culhuacán, y se cree que existieron unas 300 cartas geográficas, de las cuales sobreviven 70 que se encuentran aquí mismo en Austin y en acervos de Sevilla, Madrid y Viena.

La biblioteca, cuyo nombre oficial es Colección Nettie Lee Benson, restringe el acceso a los documentos por razones de conservación física y seguridad de los documentos; y preferentemente autoriza el uso de materiales a personas que desarrollan alguna investigación académica humanística.

La colección comenzó a formarse en 1920, a causa de lo que la historiadora Benson describe como una coincidencia callejera:

Dos profesores de la Universidad de Texas que asistieron a la toma de posesión del presidente Álvaro Obregón en aquel año, vieron un ejemplar de la primera edición de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España en exhibición en los aparadores de una librería de textos antiguos de la calle Madero, en la Ciudad de México.

Ahí se enteraron del fallecimiento de Genaro García, también ocurrido en 1920, y del interés de su familia de vender una colección consistente en 11 mil volúmenes, 15 mil panfletos y recortes periodísticos y 200 mil páginas de manuscritos sobre el periodo colonial de México, material que no demoró en llegar por tren a la institución texana, a mediados de 1921.

Uno de los trabajos del zacatecano García fue la preparación en 1904 de la primera edición de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de acuerdo con el texto original.

Un ejemplar de ese tesoro está hoy en uno de los estantes de acceso restringido de la biblioteca y representa el primer eslabón documental de un conjunto que hoy suma medio millón de volúmenes, entre libros, revistas y periódicos, situado en un edificio de construcción reciente, al norte del campus universitario.

En 1937 la UT consiguió otro de los pilares de su colección, la documentación de primera mano de García Icazbalceta, que incluye los materiales utilizados para escribir la biografía del primer obispo de México, Juan de Zumárraga, así como 247 carpetas que contienen, entre otros, 87 manuscritos originales y 45 impresos de tres siglos del periodo colonial hispano.

La colección de la UT ha crecido con donaciones de historiadores y filántropos estadounidenses, pero también por la búsqueda y compra directa de documentos con valor histórico en toda América Latina. En 1936, un año antes de adquirir la colección de García Icazbalceta, la institución recibió para su causa una contribución de 100 mil dólares de parte del Consejo General de Educación de Estados Unidos.

La compilación de los documentos de primera mano y textos raros determinaron el valor de la Colección Benson. El nombre fue dado a la biblioteca en homenaje a Nettie Lee Benson, quien ha dedicado la mayoría de sus 86 años a organizar y extender la colección. la historiadora también atribuye a una coincidencia su interés en el estudio de México.

“Supe de México por primera vez cuando en mi pueblo, cerca de Corpus Christi y de los cruceros de ferrocarril, oía las noticias que corrían de voz en voz sobre las tropas de Estados Unidos en Veracruz”, en 1914, contó Benson, quien dirigió la biblioteca de 1942 a 1975.

Lugares comunes

El engrandecimiento de la biblioteca ha permitido a los texanos reunir también documentos históricos sobre los estados de Chihuahua y Tamaulipas, y sobre el proceso de independencia de México. Y todo comenzó por documentar la historia de Texas.

Es lugar común de estudiantes y profesores de humanidades, en Austin, decir que la colección de textos históricos latinoamericanos en el exilio de la UT, es una de las más ricas y numerosas del mundo, dentro y fuera de América Latina. (Es una costumbre regular de los estadounidenses el enlistar sus obras materiales en el primer sitio mundial, en un rango que va desde rascacielos de Nueva York y estacionamientos para transportes de carga en Iowa, hasta banderas y hotdogs).

Es difícil determinar con precisión a quién corresponde realmente ese sitio en el mundo de la bibliotecología, reconoció la actual directora de la colección, Laura Gutiérrez. El primer lugar lo disputa la UT al Instituto Iberoamericano de Alemania y a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Otras bibliotecas con un alto número de piezas sobre la cultura hispánica en América se encuentran en California. En cuanto a la cultura hispánica en el mundo, posiblemente la biblioteca del Instituto Iberoamericano es la más grande, porque contiene materiales sobre la misma España y no solo con relación a Latinoamérica, apuntó Gutiérrez.

La biblioteca Benson es uno de los ejes del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la UT, porque cuenta con textos fundamentales para el entendimiento de la cultura hispanoamericana y de decenas de colecciones de referencia: directorios telefónicos de las principales ciudades de América Latina, catálogos de bibliotecas con acervos latinoamericanos, dentro y fuera de Estados Unidos o directorios de poesía en castellano, por citar algunos ejemplos.

La institución está suscrita a decenas de publicaciones iberoamericanas y revistas sobre Latinoamérica y la cultura hispánica en el mundo. Ahí están, entre tantas, Pensamiento Propio de Nicaragua, Semana de Colombia, Aztlán (Journal of Chicano Studies) de Nuevo México, Granma Internacional de Cuba, la Revista Paraguaya de Sociología. De la casa EXCELSIOR llegan el diario y las revistas Plural, Jueves y Revista de Revistas.

Autoridad moral

La posesión de las colecciones de Genaro García y de García Icazbalceta es un asunto sobre el cual no solo hay una historia. También hay argumentos sobre la autoridad moral para poseer los documentos.

“Nosotros hemos comprado las colecciones”, afirmó Benson cuando se le dijo que algunos mexicanos podrían reaccionar con celo al saber que en Texas hay documentos tan valiosos para México. Recientemente un mexicano tomó de una institución pública francesa un códice prehispánico, que por algún camino de la historia había llegado hasta París, y la devolvió a su lugar de origen.

Rodeada de libros y condecoraciones, entre ellas el máximo reconocimiento del gobierno de México a un extranjero, el Águila Azteca, Benson dice convencida:

“Una parte de la colección de García Icazbalceta la compramos a su hijo Luis García Pimentel y otra parte la rescatamos de su posible destrucción... Nosotros no la sacamos de México: la adquirimos en California y le procuramos cuidado”.

La interpretación apologética de Benson se parece un tanto al discurso estadounidense frecuentemente escuchado en el extranjero, aunque basado en una realidad marginalmente superada.

“Si nosotros no hubiéramos comprado esas colecciones, posiblemente ya no existieran. Cuando las rescatamos no había en México instituciones que se dedicaran a preservar los testimonios de su historia; esto es algo que hace poco iniciaron instituciones como El Colegio de México”, dijo Benson en la sala de su pequeña casa de retiro, al noroeste de Austin.

“No debería verse con celo la posesión de documentos históricos, si las piezas reciben cuidado. Hay que reconocer que en nuestros países la conservación de materiales históricos ha sido una tragedia. A eso apenas se le ha dado valor en tiempos recientes”, señaló Lia London, bibliotecóloga colombiana, responsable de la colección en español de la Biblioteca Pública de Chicago. “Lo que importa es la preservación de un patrimonio que pertenece a la humanidad”, afirmó.

La colección Benson cuenta con un equipo especial de iluminación y un sistema de seguridad minucioso. Los empleados no solo hacen alarde de ello, sino tambien de su compromiso con el valor histórico de la colección. “No gano mucho dinero aquí, pero me gusta este trabajo; nuestra responsabilidad es conservar estos documentos para que las próximas generaciones académicas puedan recurrir a fuentes primarias”, dijo el bibliotecario Russel Thomas.

Como suelen hacer unos cuantos bibliómanos, la UT nunca ha prestado las coleccioines para su exhibición fuera de su “sala de lectura de libros raros”. No obstante, “todos los documentos están a disposición del mundo académico”, dijo la directora Laura Gutiérrez.

“Si la cuestión es a quién pertenecen los documentos, la respuesta es difícil, porque la elaboración y el destinatario de la información no siempre corresponde a México, como las Relaciones Geográficas, que fueron preparadas por un español y dirigidas al rey de España y al Consejo de Indias”, acotó Gutiérrez.

Tiempo y espíritu

A pesar de la irónica historia de García Icazbalceta y su colección, la Biblioteca Benson parece preservar el espíritu que alentó al historiador mexicano a concentrar los testimonios.

“Si ha de escribirse algún día la historia de nuestro país, es necesario que nos apresuremos a sacar a la luz los materiales dispersos que aún puedean recogerse, antes que la injuria del tiempo venga a privarnos de lo poco que ha respetado hasta ahora”, escribió García Icazbalceta en el prólogo a la Colección de Documentos para la Historia de México (Editorial Porrúa, 1971, facsimilar de la obra publicada en 1866).

El desprendimiento de los propietarios originales comenzó, al parecer antes que la UT se interesara por los documentos.

“Se cree -dijo Gutiérrez- que García Icazbalceta adquirió algunos de los documentos de su colección en España, en el siglo XIX”.

Hay también diplomáticos estadounidenses que de cuando en cuando, de acuerdo con la historiadora Benson, hacen humildes pero significativos aportes a esta historia de exilios y luchas de la memoria histórica contra la “injuria del tiempo”.

Texto: Guillermo G. Espinosa

Publicado originalmente el 31 de diciembre de 1991 en el diario Excélsior de la Ciudad de México.