Austin. Las siguientes son piezas de
historia en el exilio:
Cartas Geográficas del Valle de
México de casi 500 años de edad; la primera edición de un
libro de poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, del siglo XVII; una
carta firmada por Hernando Cortés; un ejemplar de la primera edición
de la
Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España
de Bernal Díaz del Castillo; el borrador de las memorias de José
Vasconcelos; el manuscrito de la novela
El Zarco de Manuel
Altamirano; el texto mecanografiado de
Rayuela, con todo y
correcciones en tinta azul de bolígrafo, hechas por el autor
argentino Julio Cortázar.
Estos documentos son solo algunas de
las rarezas que conforman la colección latinoamericana de la
Universidad de Texas (UT), uno de los conjuntos documentales sobre
México y América Latina más grandes fuera de la región.
La colección comenzó a formarse en la
segunda década del siglo XX. Originalmente el propósito era el de
documentar la historia de Texas, que para entonces se acercaba al
primer centenario de su independencia respecto a México.
Con el tiempo, la dimensión cultural
del acervo se extendió tanto como el interés por hacer de ese
estado fronterizo con México y América Latina el punto de enlace
entre las culturas anglosajona e hispánica.
Entre historiadores, la colección
Benson es reconocida por incluir los acervos de Joaquín García
Icazbalceta (Ciudad de México, 1825-1894) y de Genaro García
(Fresnillo, Zacatecas, 1867-1920), que dedicaron su vida a reunir y
comentar documentos históricos y literarios del periodo colonial y
del proceso de independencia.
García Icazbalceta murió a los 69
años, 43 antes de que el historiador pudiera encontrarse con la
ironía de de su vida y el cruce de la historia colectiva de dos
países con su experiencia individual: la colección que reunió está
hoy en un país contra el cual luchó militarmente.
Hijo de padres españoles expulsados de
México, García Icazbalceta se alistó en 1847 en el Batallón
Victoria del Ejército Mexicano para combatir la invasión
estadaounidense de aquel año, que culminó con la ampliación del
territorio texano sobre Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, desde la
desembocadura del río Nueces hasta la del Bravo. A 550 kilómetros
de lo que fue la frontera original de Texas independiente de México
en 1836, se aloja hoy la colección en el campus de la Universidad de
Texas, en la capital estatal, Austin.
El aroma a antigüedad que se impregna
en las yemas de los dedos al agarrar una de las rarezas de la
colección Benson es privilegio de pocos.
La mayoría de los visitantes debe
conformarse con exposiciones temporales para poder observar, vitrina
de por medio, los materiales impresos sobre papel excepcionalmente
resistente, que no obstante cuenta puntualmente con temperaturas y
grados de humedad especiales para su preservación.
“A diferencia de lo que sucede con el
papel de hoy, elaborado con ácidos, el material antiguo no se torna
amarillo ni se resquebraja fácilmente”, dijo una bibliotecaria de
la sección de rarezas bibliográficas de la UT, mientras abría un
ejemplar de Inundación Castálida, un libro de poemas de Sor
Juana Inés de la Cruz, cuya primera edición salió a la luz pública
en el siglo XVII.
Uno de los conjuntos más apreciados de
la colección es el que forman 34 relaciones geográficas impresas
sobre papel elaborado a base de fibras de maguey. Estos mapas del
siglo XVI ubican sitios específicos del Valle de México, como
Culhuacán, y se cree que existieron unas 300 cartas geográficas, de
las cuales sobreviven 70 que se encuentran aquí mismo en Austin y en
acervos de Sevilla, Madrid y Viena.
La biblioteca, cuyo nombre oficial es
Colección Nettie Lee Benson, restringe el acceso a los documentos
por razones de conservación física y seguridad de los documentos; y
preferentemente autoriza el uso de materiales a personas que
desarrollan alguna investigación académica humanística.
La colección comenzó a formarse en
1920, a causa de lo que la historiadora Benson describe como una
coincidencia callejera:
Dos profesores de la Universidad de
Texas que asistieron a la toma de posesión del presidente Álvaro
Obregón en aquel año, vieron un ejemplar de la primera edición de
la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España en
exhibición en los aparadores de una librería de textos antiguos de
la calle Madero, en la Ciudad de México.
Ahí se enteraron del fallecimiento de
Genaro García, también ocurrido en 1920, y del interés de su
familia de vender una colección consistente en 11 mil volúmenes, 15
mil panfletos y recortes periodísticos y 200 mil páginas de
manuscritos sobre el periodo colonial de México, material que no
demoró en llegar por tren a la institución texana, a mediados de
1921.
Uno de los trabajos del zacatecano
García fue la preparación en 1904 de la primera edición de la
Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de
acuerdo con el texto original.
Un ejemplar de ese tesoro está hoy en
uno de los estantes de acceso restringido de la biblioteca y
representa el primer eslabón documental de un conjunto que hoy suma
medio millón de volúmenes, entre libros, revistas y periódicos,
situado en un edificio de construcción reciente, al norte del campus
universitario.
En 1937 la UT consiguió otro de los
pilares de su colección, la documentación de primera mano de García
Icazbalceta, que incluye los materiales utilizados para escribir la
biografía del primer obispo de México, Juan de Zumárraga, así como
247 carpetas que contienen, entre otros, 87 manuscritos originales y
45 impresos de tres siglos del periodo colonial hispano.
La colección de la UT ha crecido con
donaciones de historiadores y filántropos estadounidenses, pero
también por la búsqueda y compra directa de documentos con valor
histórico en toda América Latina. En 1936, un año antes de
adquirir la colección de García Icazbalceta, la institución
recibió para su causa una contribución de 100 mil dólares de parte
del Consejo General de Educación de Estados Unidos.
La compilación de los documentos de
primera mano y textos raros determinaron el valor de la Colección
Benson. El nombre fue dado a la biblioteca en homenaje a Nettie Lee
Benson, quien ha dedicado la mayoría de sus 86 años a organizar y
extender la colección. la historiadora también atribuye a una
coincidencia su interés en el estudio de México.
“Supe de México por primera vez
cuando en mi pueblo, cerca de Corpus Christi y de los cruceros de
ferrocarril, oía las noticias que corrían de voz en voz sobre las
tropas de Estados Unidos en Veracruz”, en 1914, contó Benson,
quien dirigió la biblioteca de 1942 a 1975.
Lugares comunes
El engrandecimiento de la biblioteca ha
permitido a los texanos reunir también documentos históricos sobre
los estados de Chihuahua y Tamaulipas, y sobre el proceso de
independencia de México. Y todo comenzó por documentar la historia
de Texas.
Es lugar común de estudiantes y
profesores de humanidades, en Austin, decir que la colección de
textos históricos latinoamericanos en el exilio de la UT, es una de
las más ricas y numerosas del mundo, dentro y fuera de América
Latina. (Es una costumbre regular de los estadounidenses el enlistar
sus obras materiales en el primer sitio mundial, en un rango que va
desde rascacielos de Nueva York y estacionamientos para transportes
de carga en Iowa, hasta banderas y hotdogs).
Es difícil determinar con precisión a
quién corresponde realmente ese sitio en el mundo de la
bibliotecología, reconoció la actual directora de la colección,
Laura Gutiérrez. El primer lugar lo disputa la UT al Instituto
Iberoamericano de Alemania y a la Biblioteca del Congreso de Estados
Unidos. Otras bibliotecas con un alto número de piezas sobre la
cultura hispánica en América se encuentran en California. En cuanto
a la cultura hispánica en el mundo, posiblemente la biblioteca del
Instituto Iberoamericano es la más grande, porque contiene
materiales sobre la misma España y no solo con relación a
Latinoamérica, apuntó Gutiérrez.
La biblioteca Benson es uno de los ejes
del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la UT, porque cuenta
con textos fundamentales para el entendimiento de la cultura
hispanoamericana y de decenas de colecciones de referencia:
directorios telefónicos de las principales ciudades de América
Latina, catálogos de bibliotecas con acervos latinoamericanos,
dentro y fuera de Estados Unidos o directorios de poesía en
castellano, por citar algunos ejemplos.
La institución está suscrita a
decenas de publicaciones iberoamericanas y revistas sobre
Latinoamérica y la cultura hispánica en el mundo. Ahí están,
entre tantas, Pensamiento Propio de Nicaragua, Semana
de Colombia, Aztlán (Journal of Chicano Studies) de
Nuevo México, Granma Internacional de Cuba, la Revista
Paraguaya de Sociología. De la casa EXCELSIOR llegan el
diario y las revistas Plural, Jueves y Revista de
Revistas.
Autoridad moral
La posesión de las colecciones de
Genaro García y de García Icazbalceta es un asunto sobre el cual no
solo hay una historia. También hay argumentos sobre la autoridad
moral para poseer los documentos.
“Nosotros hemos comprado las
colecciones”, afirmó Benson cuando se le dijo que algunos
mexicanos podrían reaccionar con celo al saber que en Texas hay
documentos tan valiosos para México. Recientemente un mexicano tomó
de una institución pública francesa un códice prehispánico, que
por algún camino de la historia había llegado hasta París, y la
devolvió a su lugar de origen.
Rodeada de libros y condecoraciones,
entre ellas el máximo reconocimiento del gobierno de México a un
extranjero, el Águila Azteca, Benson dice convencida:
“Una parte de la colección de García
Icazbalceta la compramos a su hijo Luis García Pimentel y otra parte
la rescatamos de su posible destrucción... Nosotros no la sacamos de
México: la adquirimos en California y le procuramos cuidado”.
La interpretación apologética de
Benson se parece un tanto al discurso estadounidense frecuentemente
escuchado en el extranjero, aunque basado en una realidad
marginalmente superada.
“Si nosotros no hubiéramos comprado
esas colecciones, posiblemente ya no existieran. Cuando las
rescatamos no había en México instituciones que se dedicaran a
preservar los testimonios de su historia; esto es algo que hace poco
iniciaron instituciones como El Colegio de México”, dijo Benson en
la sala de su pequeña casa de retiro, al noroeste de Austin.
“No debería verse con celo la
posesión de documentos históricos, si las piezas reciben cuidado.
Hay que reconocer que en nuestros países la conservación de
materiales históricos ha sido una tragedia. A eso apenas se le ha
dado valor en tiempos recientes”, señaló Lia London,
bibliotecóloga colombiana, responsable de la colección en español
de la Biblioteca Pública de Chicago. “Lo que importa es la
preservación de un patrimonio que pertenece a la humanidad”,
afirmó.
La colección Benson cuenta con un
equipo especial de iluminación y un sistema de seguridad minucioso.
Los empleados no solo hacen alarde de ello, sino tambien de su
compromiso con el valor histórico de la colección. “No gano mucho
dinero aquí, pero me gusta este trabajo; nuestra responsabilidad es
conservar estos documentos para que las próximas generaciones
académicas puedan recurrir a fuentes primarias”, dijo el
bibliotecario Russel Thomas.
Como suelen hacer unos cuantos
bibliómanos, la UT nunca ha prestado las coleccioines para su
exhibición fuera de su “sala de lectura de libros raros”. No
obstante, “todos los documentos están a disposición del mundo
académico”, dijo la directora Laura Gutiérrez.
“Si la cuestión es a quién
pertenecen los documentos, la respuesta es difícil, porque la
elaboración y el destinatario de la información no siempre
corresponde a México, como las Relaciones Geográficas, que
fueron preparadas por un español y dirigidas al rey de España y al
Consejo de Indias”, acotó Gutiérrez.
Tiempo y espíritu
A pesar de la irónica historia de
García Icazbalceta y su colección, la Biblioteca Benson parece
preservar el espíritu que alentó al historiador mexicano a
concentrar los testimonios.
“Si ha de escribirse algún día la
historia de nuestro país, es necesario que nos apresuremos a sacar a
la luz los materiales dispersos que aún puedean recogerse, antes que
la injuria del tiempo venga a privarnos de lo poco que ha respetado
hasta ahora”, escribió García Icazbalceta en el prólogo a la
Colección de Documentos para la Historia de México
(Editorial Porrúa, 1971, facsimilar de la obra publicada en 1866).
El desprendimiento de los propietarios
originales comenzó, al parecer antes que la UT se interesara por los
documentos.
“Se cree -dijo Gutiérrez- que García
Icazbalceta adquirió algunos de los documentos de su colección en
España, en el siglo XIX”.
Hay también diplomáticos
estadounidenses que de cuando en cuando, de acuerdo con la
historiadora Benson, hacen humildes pero significativos aportes a
esta historia de exilios y luchas de la memoria histórica contra la
“injuria del tiempo”.
Texto: Guillermo G. Espinosa
Publicado originalmente el 31 de diciembre de 1991 en el diario Excélsior de la Ciudad de México.